domingo, 2 de junio de 2013

Política interior y exterior durante el reinado de los Reyes Católicos.



La unión dinástica entre Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón en 1469 relacionó a los Estados sometidos a la soberanía de estos dos monarcas con el modelo de Estado moderno que se dio en Europa durante los siglos XIV y XV. Este modelo de Estado se caracteriza principalmente por: una monarquía de carácter autoritario con el apoyo de diversas instituciones; una burocracia jerarquizada y un poder centralizado; un ejército permanente y estatal; y la importancia que se le presta a la diplomacia, con la aparición de figuras como los cónsules y los embajadores.

En cuanto a la política exterior de los Reyes Católicos, se centró principalmente en tres frentes:

En primer lugar, les interesaba la formación de un entramado diplomático con Estados cercanos a Francia y quisieron llevarlo a cabo por medio de una serie de alianzas matrimoniales con sus hijos (Juana con Felipe de Borgoña, Juan con Margarita de Austria, Catalina con Enrique VIII de Inglaterra e Isabel y María con Manuel I de Portugal).

En segundo lugar, también preocupaban los problemas en Italia, que enfrentaron al rey Fernando con Francia por el dominio de Milán y el expansionismo francés hacia Nápoles.

Por último, la expansión territorial, que tomó dos vertientes: hacia el norte de África (donde destaca  la conquista de Melilla en 1497) y hacia el Atlántico con la conquista y colonización de América. Como consecuencia de esta expansión se produjo un aumento de la piratería berberisca, además de un enfrentamiento con los intereses expansionistas portugueses que culminaron con la firma del Tratado de Tordesillas en 1494,  por el que se estableció una frontera entre las zonas de influencia de ambos Estados a 370 leguas al Oeste de las Islas de Cabo Verde.

En relación a su política interior, destacan los siguientes objetivos:

Se persiguió la unión territorial de todos los estados peninsulares como paso previo para conseguir una unidad política. Este objetivo se desarrolló mediante hechos como la conquista de Granada (1492) de manos de los musulmanes, la recuperación de los territorios de Rosellón y la Cerdaña (1493), la ocupación de Canarias (1497-1500), la conquista de Navarra y su anexión a la Castilla (1512) y, por último, la anexión del reino de Portugal, aunque no pudo llevarse a cabo ante el fracaso de la política matrimonial de los reyes. Cabe destacar, además, que para realizar esa unidad social y política, los Reyes Católicos consideraban que también era necesaria una unidad religiosa, lo que llevó a la expulsión de los judíos en 1492 (aunque subyacen también motivaciones de índole económica). También había intención de expulsar a los mudéjares, pero hasta el siglo XVII no se pudo llevar a cabo.

 Debido al régimen autoritario, se pretendió retirar algunos derechos a los grupos más privilegiados de la nobleza y el clero e involucrarlos en política.

También se persiguió la creación de un gobierno centralizado, una administración bien organizada con burgueses en los puestos principales, un ejército permanente y establecer una serie de sistemas diplomáticos que permitiesen acabar con las tensiones políticas con otros estados europeos.

Por último, cabe destacar, que a pesar de este afán de unificación de los Estados españoles, realmente solo existió un atisbo de unificación en la ideología, entre algunos grupos sociales o en la defensa de unos intereses exteriores; pero jurídicamente los Reyes Católicos no efectuaron esta unidad. Cada Corona mantuvo sus leyes, Cortes, monedas e instituciones de gobierno. 

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