domingo, 21 de abril de 2013


HISTORIA SOCIAL DE LA ILUSTRACIÓN, Thomas Munck




EL ESTADO, LA NACIÓN Y EL INDIVIDUO A FINALES DEL S.XVIII

Ideas principales a tratar:

  •  ESTRUCTURA SOCIAL: el capítulo inicia hablando de Emmanuel Sieyes, político y académico francés que a principios de 1789 publica el panfleto titulado "¿Qué es el Tercer Estado?" en el que incluye una descripción sobre la estructura social de su época. Para que una nación sobreviva y prospere son necesarias dos cosas: empleo individual y servicios públicos. El empleo se puede agrupar en cuatro clases: la primera se trata de las familias que trabajan en la tierra; la segunda clase es la industria humana que logra perfeccionar los dones de la naturaleza; la tercera hace referencia a la venta al por mayor y al por menor y por último, la cuarta nos explica que además de estas tres clases de ciudadanos que trabajan y son útiles, la sociedad necesita también una serie  de trabajos individuales y de servicios que resultan directamente útiles para la persona. Esta cuarta clase incluye desde profesiones científicas y liberales al servicio doméstico más despreciado. Los servicios públicos se agrupan también en cuatro categorías: las fuerzas armadas, la judicatura, la iglesia y la administración. Sieyes ataca así a la nobleza explicando que el país sin ella funcionaría mucho mejor. Esta perspectiva pragmática no se correspondía con la tradicional jerarquía de las órdenes sociales.

La mayoría de la población entendía la sociedad como una estructura jerárquica y sobre todo, estática, encabezada por la élite y en la que en el fondo se encontraban los trabajadores humildes.

  •  La terminología a la que se hacía referencia en esta época para hablar de los niveles de dicha estructura era: "orden", "rango", "grado" o "estado". Zedler define un orden o estado por "la cualidad que distingue a una persona de las otras y que, en razón de esta distinción, le otorga derechos específicos". Nos encontramos ante una sociedad muy desigual. 

 Se criticó así el lujo excesivo de la aristocracia, pero pocos autores defendieron posturas igualitarias. Sí que muchos insistieron en que una utópica igualdad social degeneraría en el individualismo. Autores como Coyer contribuyeron a humanizar la imagen de las clases inferiores.

  •   El término "pueblo" recibió entonces interpretaciones muy variadas: se utilizaba casi como sinónimo de "nación" lo que implicaba lealtad patriótica como destacó Rousseau. Otros autores lo usaron para referirse a la gente menuda; descrita por Burke como "la sucia plebe". 
  • También cabe destacar la diferencia entre lo "público" y lo "privado". Lo privado era más bien sinónimo de lo personal, lo relacionado con la vida de una persona concreta, lo que podía incluir matices de secretismo o incluso sectarismo. Por otro lado, lo público hace más bien referencia a las instituciones del estado, se hablaba de "bien público".
  • Por último, el término "patriota" fue desde 1780 una señal de respeto invocada con creciente insistencia por personas de tendencias políticas incompatibles. 


 LOS DERECHOS POLÍTICOS Y LA REPRESENTACIÓN DE LA FRANCIA REVOLUCIONARIA

 En la Constitución de 1791, la ciudadanía se obtenía gracias al nacimiento (padre francés o en Francia, aunque de padre extranjero) a la residencia, combinada con pronunciar el juramento cívico. La distinción más importante era entre la ciudadanía activa, con derecho a voto, y la pasiva, sin derecho a voto. En una primera ronda podían votar todos los varones franceses mayores de 25 años que pagaran un mínimo de impuestos y se inscribieran en la Guardia Nacional. 
En 1792, se aprobará un decreto que abolía la diferenciación entre ciudadanos activos y pasivos y reducía la edad de votación a los 21 años.

Rousseau

En 1793, El sistema representativo francés, que hasta entonces había llevado una trayectoria como la del parlamento británico, comenzó su propio camino a causa de las ideas de Rousseau. Pero el fracaso irremediable del parlamento se debió a la corrupción de algunos componentes del Estado. Todo ello un crimen contra el pueblo.

La mayoría de contemporáneos había aprendido a considerar que la democracia, al igual que la ciudadanía era más bien un ideal de civilización clásica, y no un sistema práctico de administración del presente. Ya Rousseau hablaba de la democracia pura como impracticable en las sociedades modernas. La soberanía popular sólo podía funcionar con los mecanismos propios de un sistema de representación.

Para concluir, Francia era el testimonio vivo de la dificultad que entrañaba el nuevo sistema político tanto en la voluntad popular como en la estabilidad práctica.



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